Autor: Hristo Botev

MI PLEGARIA
Bendito sea
Dios nuestro…
¡Oh, mi Dios, Dios justo!
No tú, que estás en el cielo,
sino tú, en mí, en uno,
en mi corazón y alma…
¡No tú, a quien le rezan
los santones y los popes
y a quien queman velas
los ortodoxos capirotes;
no tú, quien has creado
al varón y la mujer del barro
y al hombre has dejado
ser esclavo en la tierra;
no tú, quien has ungido
a papas, reyes, patriarcas,
y marcado con desdicha
a mis hermanos hambrientos;
no tú, quien al esclavo dictas
rezar, someterse,
y le nutres hasta la tumba
con falsas esperanzas;
Sino tú, Dios del intelecto,
defensor de los caídos,
cuyo día los pueblos
festejarán ya muy pronto.
Inspira a cada uno
amor por la libertad vivo,
para que a muerte luche
contra los adversarios de la vida.
Afianza y mi mano…
Y cuando el esclavo se levante rebelado
que yo y mi tumba halle
en el campo de batalla.
No dejes que se enfríe
el corazón fiero en tierras ajenas
y mi voz se desvanezca
amortiguada en el baldío…
COMPARTIENDO EL BOTÍN
Somos hermanos de espíritu, tú y yo,
abrigando los mismos ideales,
y creo que no existe nada en este mundo
de lo que nos debamos arrepentir, tú y yo.
La posteridad nos juzgará,
hicimos el bien o el mal,
pero por ahora, mano a mano,
¡caminemos hacia adelante, con pasos más seguros!
El sufrimiento y la pobreza en una tierra extranjera
fueron nuestros compañeros de vida,
pero los compartimos como hermanos
y los compartiremos de nuevo, los dos…
Compartiremos coros de reprimenda, tú y yo,
y sufriremos la burla de los tontos,
sufriremos, pero no lloraremos
bajo tormento humano de ningún tipo.
Y no inclinaremos nuestras cabezas
ante pasiones e ídolos profanos:
nuestras dos tristes liras
nos han contado lo que hay en nuestros corazones.
Así que adelante ahora, con espíritu e ideales,
a compartir por última vez el botín:
a cumplir con nuestro juramento sagrado,
¡hacia la muerte, hermano, vayamos hacia la muerte!