Bonito poema para ver a la muerte desde otro punto de vista totalmente diferente; no hay dolor, no hay sufrimiento, no hay penas, pero tampoco alegrías, porque la muerte es un tránsito a otra vida.
Ya nos dice el Bhagavad Gita, obra milenaria hindú, en su diálogo entre Krishna y Arjuna: «Si todo, cuando nace tiene que morir, todo cuando muere renace indefinidamente; pero el Espíritu humano, en cambio, jamás puede ser muerto: el fuego no puede quemarle, el agua no pueda negarle, ni la espada, herirle, porque es Eterno, Infinito, Inconmensurable, como aquella Divina Esencia de la que emanó»
También los griegos hablaron siempre de la Anastasis, que significa «levantamiento, resurgimiento, retorno, o resurrección», es decir, la continuada existencia del alma a lo largo de las reencarnaciones.
Y entre los druidas era tal la creencia firme y universal de la vida eterna que, según Diodoro Sículo, confiaban a las llamas mensajes para sus queridos muertos;según Pomponio Mela, y Valerio Massimo, admitían con la mayor naturalidad cuentas y deudas, a ser pagadas, no en esta vida, sino en la futura, por aquella eterna sentencia de la antigüedad sabia, de que la muerte era incapaz de separar lo que ya había unido la virtud (Quod virtus juncit, mors non separat)
«Tememos a la muerte porque no la miramos de frente, porque nos hemos propuesto desconocerla y olvidarla entre las algazaras del mundo. Pero la muerte no mata; es un mero nacimiento a otra vida. Parece una descomposición, porque nunca brota el tallo sin descomponer la semilla; nunca el fruto sin secar la flor; nunca una forma nueva, sin quebrantar, por lo menos, las formas de las que ha nacido en el crecimiento y progreso de todos los seres.
Hay gusanos en el cadáver, pero ellos, al éter del amor divino, se tornan en mariposas del cielo. La tumba, mirada desde abajo, parece un pudridero; mirada desde arriba, una florescencia. El sepulcro, que tanto nos aterra, será mañana nuestra cuna. Mientras nosotros lloramos a un muerto, como la individualidad tan trabajosamente conseguida a través de la evolución no puede perderse jamás, ven otros un recién nacido, porque la vida es eterna» Castelar
A este poema de San Juan de la Cruz se le ha asignado la fecha de 1578 como posible año de composición, lo cual significaría que el poeta lo habría escrito mientras estaba en prisión o quizás un poco después de salir.
Noche oscura del alma
En una noche oscura, con ansias en amores inflamada ¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa ventura! a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía a donde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste Amado con amada amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi cuello hería, y todos mis sentidos suspendía.
Quedé y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado; cesó todo, y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.
Este mes se celebra el séptimo centenario de Dante Alighieri. Por esta razón, os traemos el artículo
Las ilustraciones de William Blake de la Divinia Comedia…
…escrito por José Carlos Fernández y extraído de la Revista Esfinge.
Retrato de Dante, ilustrado por William Blake.
Todos reconocemos en Dante (1265-1321) al verdadero precursor del Renacimiento, con otros autores del llamado Trecento (siglo XIV) que lo aceptarían como maestro, Petrarca y Boccaccio, por ejemplo, y con Florencia como centro de irradiación (a pesar de las críticas que hace Dante, uno de sus hijos predilectos, a esta ciudad, debido a las convulsiones políticas y morales).
Su idea de «monarquía universal» sería determinante para el llamado Estado moderno y el poder cada vez mayor de los reyes como imagen del Rey del Mundo.
El cómo entrelaza en la Divina comedia personajes e ideas propiamente medievales y cristianas con héroes clásicos griegos y romanos y con sus mitologías marca el retorno de una nueva cosmovisión, alentada por el renacido fuego de Vesta y sus águilas, buscando nuevos corazones en que arder y una nueva conciencia en que aletear poderosamente: una nueva tierra y materia que elevar a su empíreo. Claro que estas son solo las primeras gotas, tímidas, precursoras de la lluvia, o las primeras hebras de fuego y luz divina en un mundo oscuro y pétreo agitado por la violencia, el sueño de las almas, la brutalidad y la inercia.
De hecho, la primera matriz del Renacimiento se dio eficaz pero silenciosamente (sin demasiados anuncios doctrinales ni propagandas) en la obra y el ideal templario. Y es su antorcha en su trágico final la que parece que Dante hubiera recogido piadosamente. No olvidemos tampoco, y después, al amigo de Petrarca, Cola de Rienzo (el Rienzi del drama wagneriano, que vivió entre 1313 y 1354), quien fue en lo político lo que Dante en lo literario, y de quien es fácil pensar que se trata el gran iniciado detrás (o delante) de las fuerzas espirituales y civilizatorias de ese siglo. Sería realmente interesante saber qué hubiera dicho de él en su Comedia.
La conmoción que generó Dante en su tiempo y siglos sucesivos es visible en el número de ediciones de esta obra, la Divina comedia, de la que aun antes de estar concluida, sus versos eran recitados por toda Italia. Pero también asistimos a este impacto emocional, religioso, en las representaciones artísticas que se hicieron de las diferentes escenas del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Los manuscritos iluminados en todo el siglo XIV y el XV, el fresco en la iglesia de Santa María Novella (pintado en 1357 por Nardo di Cione) o las asombrosas, y poco conocidas aún, más de cien ilustraciones que hizo del libro el mismísimo Botticelli, o las de Federico Zuccari en la corte de Felipe II de España, dan fe del furor creativo que despertaron las ideas y el magno poema escrito por Dante.
Y aunque el Barroco no dio demasiada importancia a ilustrar esta obra, los dibujos de contorno de John Flaxman en 1793 y, en el siglo XIX, los grabados de Tommaso Piroli y de Gustave Doré van a divulgar las escenas con las que imaginamos, generalmente, los diferentes pasajes de la Divina comedia. La obra escultórica formidable en bronce de Augusto Rodin, Las puertas del Infierno, de casi siete metros de altura y cuatro de ancho, es también, y evidentemente, dantesca. Casi nos parece oír el cartel de advertencia en la misma según el poeta florentino:
File: Illustrations to Dante’s Divine Comedy object 4 Butlin 812-4 The Inscription over Hell-Gate.jpg. Wikimedia Commons
«Per me si va ne la città dolente,
per me si va ne l’etterno dolore,
per me si va tra la perduta gente.
Giustizia mosse il mio alto fattore;
fecemi la divina podestate,
la somma sapïenza e ‘l primo amore.
Dinanzi a me non fuor cose create
se non etterne, e io etterno duro.
Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate».
«Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada. La justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la Divina Potestad, la Suprema Sabiduría y el primer Amor. Antes de mí no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!».
Blake se interesa por Dante
En Inglaterra, la obra de Dante es conocida por vez primera en 1782, año en que Charles Rogers hace la primera traducción de El Infierno. La primera versión completa en inglés es la de Henry Boyd, publicada en 1802.
Es lógico que el pintor y poeta William Blake, que también era visionario y profeta, se interesara por esta obra de Dante, con imágenes tan plásticas y vigorosas, tan apelativas para un alma sensible. Recordemos que este pintor, Blake, que muchos consideraron loco, vivía en una realidad paralela y real, en que hablaba con santos, ángeles y todo tipo de espíritus de la naturaleza, y desde niño. De ese mundo interior y sutil nacerían tan bellísimos poemas e ilustraciones, desde las joyas líricas de Songs of Innocence hasta los monumentales libros proféticos, realmente misteriosos, como el Libro de Urizen o el Matrimonio del Cielo y el Infierno, con sus famosos proverbios dionisíacos (por ejemplo, «Las prisiones son construidas con las piedras de la ley, los burdeles con los ladrillos de la religión»).
Así, cuando recibió el encargo de uno de sus discípulos y amigos para ilustrarla, aunque el poeta tenía ya setenta años, comenzó a trabajar febrilmente, lo que implicaba no solo leer y meditar sobre los versos de Dante, sino entrar en el alma misma de su creador, debatirse furiosamente con y contra sus imágenes, dialogar con ellas. Se decidió, incluso, a aprender, ya con su edad, la lengua italiana para poder entrar en el encantamiento de sus ritmos y música, de sus diseños y formas mentales netas, directamente, sin tener que pasar a través de los diseños y formas mentales propios de una lengua, y además tan diferente, como era la inglesa.
Muchas veces sus amigos lo encontraban en la cama, con un gran cuaderno de hojas de 53 x 37 cm, pintando escena a escena, las que a él le llamaban más poderosamente la atención, sin un programa aparentemente definido. De hecho, realizó 72 láminas del Infierno (varios, por tanto, a veces de un único Canto), 20 del Purgatorio y 10 del Paraíso.
Blake murió sin terminar esta obra. Además, curiosamente, Lionell, el amigo que lo incitó a trabajar en ella —para tener una excusa para ayudarle económicamente—, es posible que tampoco quisiera editarla, lo que no sería nada fácil por cierto. Muy pocos de los cuadros fueron terminados y pasados a buril a planchas. Recordemos que esta era la verdadera profesión de William Blake, pues desde adolescente fue grabador, lo que le permitió ilustrar él mismo no solo los diseños de sus diferentes libros, sino también las planchas de impresión de los mismos.
Tan solo once láminas están firmadas, o sea, terminadas. Muchas son simplemente esbozos, y otras fueron rehechas una vez y otra; en otras, solo hay color en ciertas partes. Blake trabajaba con furor, yendo de una a otra según sus lecturas y meditaciones, sus estados de ánimo, o simplemente la electricidad anárquica de su inspiración dionisíaca.
William Blake: English: illustration to Dante The Divine Comedy, Inferno, Canto I, 1-90. Wikimedia Commons
Según explica Maria Antonietta Terzoli en su artículo «El más allá de Dante: entre mitología clásica y teología cristiana», incluido en la excelente obra William Blake, la Divina comedia de Dante, editada por Taschen y que estoy usando como guía:
«El grado de ejecución va del mero boceto a las láminas completamente terminadas, lo que permite formarse una idea precisa de la forma de trabajar del artista. Básicamente podemos distinguir tres fases en el proceso de realización. En primer lugar se esbozan con el lápiz, a veces también con tiza, la estructura de la composición y los aspectos fundamentales de la narración, con correcciones enérgicas y exploración de alternativas. En el siguiente paso se procede a la coloración, que se aplica con virtuosismo y de manera muy diferenciada. Las figuras se modelan de manera lírica o expresiva, polícroma o monocroma, con líneas fluidas o destacándolas con fuerza, trabajando los aspectos principales de la composición y la narrativa, y fijando asimismo la incidencia de la luz y las cualidades atmosféricas. Una y otra vez se aplican nuevas capas sobre la pintura habitualmente seca, de manera que al final se consigue un efecto de profundidad muy transparente. Por último, el artista interviene de nuevo con la pluma, remarcando los contornos de los protagonistas y acentuando la estructura de un fondo paisajístico. La idea de Blake sobre la relación entre diseño y color se expresa en la siguiente frase: “[…] todo depende de la forma o el contorno. […] Si esto falla, la coloración nunca puede ser correcta […]”. Gracias a su dominio absoluto de los medios técnicos, Blake consigue explotar toda la panoplia de experiencias existenciales, desde los lóbregos suplicios infernales hasta la luminosa felicidad del Paraíso».
Blake y su propio criterio
Blake, aunque reconoce el genio poético de Dante, lucha con él y su Divina comedia, no acepta su visión del Infierno como el lugar de los castigos, ni el maniqueísmo que impregna su obra, ni mucho menos cree en la humillación y el sufrimiento como pago de los errores cometidos. Para él, esta dialéctica de castigo y error era simple superchería. Y desde luego su Dios es el del perdón, no el del castigo. Según la antigua visión gnóstica y aun teosófica, el Dios que cela este mundo, el Jehová bíblico (asociado a Saturno-Luna), no es la Luz Divina omnipotente, sino el Amo de la Caverna, un Dios iracundo y celoso, que se hace adorar y temer y que quiere al alma esclava de sus leyes, que son las de la sumisión y la vergüenza y no la de las almas libres, señoras de sí mismas, interviniendo con su poder, inteligencia y amor con el mismo plan evolutivo que es la existencia. Blake considera materialista la visión del mundo de Dante. Y para él, imbuido en medio de sus alucinantes visiones —semejantes a las de Swedenborg, a quien admiraría y criticaría al mismo tiempo—, según dice: «Todo en la Comedia de Dante muestra que, por razones tiránicas, ha hecho de este mundo el fundamento de todo y señora a la diosa Naturaleza, la Naturaleza es su inspiradora y no el Espíritu Santo. Como dijo el pobre Shakespeare: Naturaleza, tú eres mi diosa».
Dante y Beatriz en el Cielo, en la constelación de Géminis, ilustración de William Blake.
No entendemos muy bien por qué esta oposición innecesaria. Los estoicos armonizaron con su filosofía y ejemplos Logos y naturaleza; cada uno de ellos es la expresión del otro. Logos es naturaleza ideal, en la mente divina. Naturaleza es el Logos mismo impregnando, ordenando y dignificando con sus poderes creadores a la misma.
Aun a pesar de su rebeldía ante la filosofía de Dante, Blake es estrictamente fiel al texto y a las imágenes poéticas del poeta florentino. Solo que a veces hace anotaciones exponiendo, para sí mismo, lo que piensa. Anotaciones que serían invisibles en la pintura final, pero que ahí están dejando constancia de sí, pues quien calla otorga.
Como dice la autora del artículo antes mencionado, lo que retrata William Blake son tipos, categorías humanas, no individualidades, y menos, personajes de carne y hueso. Dante y Virgilio, su maestro y guía en el Infierno y el Purgatorio, son así casi gemelos en las ilustraciones de Blake, gemelos y asexuados, como almas. Uno va de azul, la serenidad, y otro de rojo, la pasión, pues está vivo y su cuerpo proyecta sombras y pesa. No como en las ilustraciones de Botticelli, en que Virgilio asume mayor tamaño, especialmente cuando le lleva y protege, como a un niño en su regazo. Y en este último, Beatriz es figurada, directamente, como una diosa.
Siendo como siempre la pintura de Blake casi onírica y sus imágenes, texturas y colores irreales, es asombroso como juega con la «música de los colores», o sea, con los diferentes estados de ánimo que provocan en el espectador, como si estuvieran vivos. Como dice la autora de este artículo, «la luz y el color como portadores de significados autónomos», con «dramáticos claroscuros, los nubarrones de mal augurio y el fuego vivo del averno, la plácida luz de la luna, los amenazadores esperanzadores, los paisajes paradisíacos y la luminosidad esplendorosa del Empíreo». Agregamos nosotros el amarillo verdoso pálido, casi enfermizo de una Fortuna que tienta y ofrece, pero que no va a perdonar el fruto comido; o el gris sucio, difuminado, de esa lluvia barrosa donde retozan como cerdos los hundidos en el círculo de los glotones (y que tan pavorosa y gráfica es en el texto de Dante); el rojo llameante y tiznado de la lujuria que agita e impele a los amantes a satisfacer sus pasiones; o las flamas triangulares, con sombras rojas y azules en que arden los gigantes que presiden la entrada en el Infierno; el verde esmeralda, esperanzado, de las cornisas del Purgatorio; el azul noche de inspiración en que arden frías las estrellas blancas, al ser Dante raptado por Lucía —la gracia y luz del alma, en cuanto guía— y llevado en sueños hasta la entrada del Purgatorio; o el rosa inflamado del amor de las escenas del Paraíso, el color de la caridad cuando se difunde en el blanco de la pureza, aunque su color verdadero sea el rojo inmaculado, puro. En este Paraíso, la paleta de colores difumina y entrelaza los siete colores del iris, diluidos en luz en tonalidades que decididamente no son de esta tierra.
Santa Lucía lleva a Dante, en su sueño, a la entrada del Purgatorio.
Algunos diseños, solo esbozos, son prodigiosos, como el de la Rosa Mística que conforman todas las almas en el Paraíso con la Virgen María, la Madre del Mundo, coronándola con un espejo vuelto hacia Dios. Si en el texto de Dante es sublime lo que sugiere, no lo es menos cómo lo ve y pinta William Blake. Solo nos apena profundamente que no hubiera terminado y coloreado esta lámina.
Y de las terminadas, es gloriosa, en sentido literal, la de Beatriz apareciendo en el carro empujado por un grifo celeste, que muchos autores quieren que sea Cristo mismo, que tira de la Iglesia. Inmóvil, es puro movimiento y torbellino de lirismo: el dosel azul cielo con los ojos como los del pavo real; el giro de la rueda queriendo simbolizar la afirmación bíblica de «el espíritu estaba en las ruedas»; el velo dorado[1] y florido de Beatriz —el alma Inmortal— coronada; las tres damas danzando, que figuran en el color blanco nieve, verde esmeralda y rojo fuego, la fe, la esperanza y la caridad, etc.
Los gestos son desmedidos y teatrales, congelados en su vivo dinamismo, y agitan las ondas astrales con un gran dramatismo emocional. Así, todo es vida, luz y movimiento, en el Infierno, en el Purgatorio o en el Paraíso, pues como dijo William Blake en sus Proverbios del Infierno, aunque «el necio no ve el mismo árbol que ve el sabio», el árbol es el mismo y «la eternidad está enamorada de los frutos del tiempo». Y es ese amor el que se convierte en actividad incesante.
[1] Aunque en el texto de Dante las vestimentas incorporan los tres colores de las virtudes teologales (blanco de la fe, verde de la esperanza y rojo de la caridad), el resultado es un velo dorado.
Para el filósofo Platón, el alma es la parte más excelente del hombre, gracias a ella podemos alcanzar la ciencia, realizar acciones virtuosas y rectas, elevar nuestra conciencia, reconocer lo justo, lo bello, lo verdadero y lo bueno.
El alma nos vincula con el mundo divino y está dotada de un destino inmortal. Por eso las Ideas del Bien, la Belleza, Justicia y Verdad son eternas y siguen siendo válidas para inspirarsnos en nuestro presente.
El sábado 9 de abril a las 19:30h te invitamos a esta charla online impartida por Pascual Roselló
Accede a Zoom mediante: ID de la reunión: 837 1030 7256 Código: 159189
¡Os esperamos!
Viernes 16 de abril a las 19.00h y 19:30h
Taller el mensaje poético; charla En busca de la bella Erato
Presentación del taller El mensaje poético y charla online En busca de la bella Erato
El arte como expresión elevada, se vale del artista, en este caso del poeta, para comunicar su mensaje a los seres humanos. Un mensaje transcendente que nos ayuda a recolocarnos en nuestro centro, en lo profundo de nuestro ser.
Os invitamos a vivir el mensaje poético, que a través de ideas y palabras restablece, de los grandes poetas, nuestra preciada armonía interior.El viernes 16 de abril a las 19:00h será la presentación del taller y a las 19:30h la charla online.
Accede a Zoom mediante: ID de la reunión: 868 9043 2281Código: 162264
¡Os esperamos!.
Sábado 17 de abril a las 17:30h; Domingo 18 de abril a las 10:00
Club de mitología; encuentro sobre la primavera en el arte
La primavera en el arte
Con la llegada de la primavera renace el año y la naturaleza resurge en todo su esplendor. Los árboles florecen, las horas de sol se alargan y los colores que nos rodean se avivan provocándonos sentimientos de alegría, felicidad, y bienestar.
Por ello, esta estación del año ha sido considerada como símbolo de vida y amor y no es de extrañar que haya sido fuente de inspiración para algunas de las grandes obras de la historia del arte. A lo largo de la historia del arte, fueron muchos y variados los artistas que se decidieron a inmortalizar el florecer primaveral.
Os invitamos a acudir a este encuentro online de mitología los siguientes dias:
-Sábado 17 de abril a las 17:30h. Accede a Zoom mediante: ID de la reunión: 81557297044 Código: 218064
Si te pierdes el encuentro tienes otra oportunidad de asistir:
-Domingo 18 de abril a las 10:00h. Accede a Zoom mediante: ID de la reunión: 82487867997 Código: 038563
¡Os esperamos!
Viernes 23 de abril a las 19:30h
Charla online: Kant
Filósofos del mundo: Kant
El filósofo Immanuel kant fue uno de los más grandes filósofos de la Ilustración.
Kant dio un giro en el pensamiento tradicional de la época al colocar al ser humano como parte del universo. Ese ser humano que, según su máxima, debía actuar individualmente de forma que su manera de obrar pudiera convertirse en ley universal, y debiendo alcanzar la armonía y la convivencia social como reflejo de las leyes naturales.
“Obra de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”
El viernes 23 de abril a las 19:30h te invitamos a esta charla online .
Accede a Zoom mediante: ID de la reunión: 848 7140 7447 Código: 973953
Amor, hijo de Poros y Penía,
pobre como su madre la Pobreza,
cazador sin fortuna,
un solo pensamiento en la cabeza.
Lo que intenta alcanzar se desvanece
apenas alcanzado;
vuelve a buscar, y busca,
lanzando redes, flechas y añagazas,
infatigable, pobre desgraciado.La diosa se está peinando
entre cortina y cortina;
los cabellos son de oro,
el peine de plata fina,
y entre pasada y pasada
toma néctar y ambrosía.
Y la diosa está envidiando
a una pobre ninfa
que se debate perpleja, tan joven, tan joven,
tan joven y hermosa
como perdida.
¿Y bien?… Que se quemó el Amor los dedos
sobre su propia antorcha
por esa tan hermosa que ha irritado
a Afrodita la hermosa.
Porque tiene el encanto incomprensible
de lo indefenso y lo recién nacido,
porque mira con ojos muy abiertos,
porque no entiende a Dios ni entiende el mundo,
y porque se devana la cabeza
tratando de entenderlos, y no puede,
y porque su estupor le pide a gritos
el trozo que ella siente que le falta…
Y porque el joven dios ve de repente
que ella es el trozo que le falta a él,
y todo hace que Afrodita sea
-tan fuerte, tan segura-, casi fea…
Y así fue, y así ha sido.
El uno que sabiendo lo que quiere
no logra mantenerlo,
la otra ignorante tanto de qué busca
como del modo de llegar a ello,
al margen de Afrodita,
al margen de la incomprensible espita
por la que orina el mundo incomprensible,
al margen de la vida y de la muerte,
para siempre abrazados.
Ahora son ya dos pobres desgraciados.
Pero dos. Para siempre.
DIVINA PSIQUIS de Rubén Darío
Divina Psiquis, dulce mariposa invisible
que desde los abismos has venido a ser todo
lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible
forma la chispa sacra de la estatua de lodo!
Te asomas por mis ojos a la luz de la tierra
y prisionera vives en mí de extraño deseo;
te reducen a esclava mis sentidos en guerra
y apenas vagas libre por el jardín del sueño.
Sabia de la Lujuria que sabe antiguas ciencias,
te sacudes a veces entre imposibles muros,
y más allá de todas la vulgares conciencias
exploras los recodos más terribles y obscuros.
Y encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentres
bajo la viña en donde nace el vino del Diablo.
Te posas en los senos, te posas en los vientres
que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo.
A Juan virgen y a Pablo militar y violento,
a Juan que nunca supo del supremo contacto;
a Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,
y a Juan ante quien Hugo se queda estupefacto.
Entre la catedral y las ruinas paganas
vuelas, ¡oh Psiquis, oh alma mía!
-como decía
aquel celeste Edgardo,
que entró en el paraíso entre un son de campanas
y un perfume de nardo-,
entre la catedral
y las paganas ruinas
repartes tus dos alas de cristal,
tus dos alas divinas.
Y de la flor
que el ruiseñor
canta en su griego antiguo, de la rosa,
vuelas, ¡oh, Mariposa!,
a posarte en un clavo de nuestro Señor.
¿Dónde me buscas, oh, servidor mío? ¡Mírame! Estoy junto a ti.
No estoy en el templo ni en la mezquita, ni en el santuario de La Meca, ni en la morada de las divinidades hindúes.
No estoy en los ritos y las ceremonias; ni en el ascetismo y sus renunciaciones.
Si me buscas de veras me verás enseguida; y llegará el momento en que me encuentres.
Kabir dice:
Dios, ¡oh, Santo!, es el aliento de todo lo que respira.
IX
¿Cómo podría yo jamás pronunciar esas palabras misteriosas? ¿Cómo podría yo decir: El no es como esto y es como aquello?
Si digo que El está en mí, el universo se escandaliza de mis palabras. Si digo que está fuera de mí, miento.
De los mundos internos y externos, El hace una unidad indivisible. Lo consciente y lo inconsciente son los taburetes de sus pies.
Ni se manifiesta ni se oculta; no es revelado ni irrevelado.
No hay palabras para decir lo que El es.
XVI
Entre los polos de lo consciente y de lo inconsciente, el espíritu oscila.
Columpio donde están suspendidos todos los seres y todos los mundos y cuya oscilación nunca cesa.
A él se aferran millones de seres; en él se columpian la luna y el sol en su carrera. Transcurren millones de edades y el columpio sigue en su movimiento.
Todo oscila: el cielo y la tierra, y el aire y el agua, y el Señor mismo, ahí personificado. Y la visión de todo ello ha hecho de Kabir el servidor de su Dios.
XXIII
Las sombras de la noche. caen espesas y profundas; ensombrecen el corazón y envuelven el cuerpo y el espíritu.
Abre tu ventana al poniente y piérdete en el cielo del amor. Bebe la miel azucarada que destilan los
pétalos del loto del corazón.
Déjate penetrar en las olas del mar. ¡Húndete en su esplendor! Escucha y oye el rumor de las caracolas y de las campanas.
Kabir dice:
Contempla, ¡oh, hermano!, al Señor en ese vaso, que es mi cuerpo
XXVI
Todas las cosas están creadas por Dios. El Amor es Su cuerpo.
No tiene forma, ni cualidad, ni decadencia.
Trata de unirte a El.
Ese Dios indeterminado toma millares de formas a los ojos de las criaturas: Es puro e indestructible.
Su forma es infinita e insondable.
Danza extasiado y Su danza describe mil formas vaporosas.
El cuerpo y el espíritu desbordan felicidad cuando los toca Su gozo infinito. Está inmerso en toda conciencia, en todo júbilo, en todo dolor.
No tiene principio ni fin.
Contiénese entero en su Beatitud.
XXXVI
Cuando el sol brilla, ¿dónde está la noche? Y es de noche cuando el sol ha retirado su luz.
Donde hay conocimiento, ¿puede persistir la ignorancia? Y si hay ignorancia, el cono- cimiento debe perecer.
Si hay lujuria, ¿cómo puede haber amor? Donde está el amor, no existe la lujuria. Empuña la espada y corre a la batalla. Combate, ¡oh, hermano!, mientras dure tu vida. Corta la cabeza de tu enemigo para darle
así una muerte rápida. Vuélvete luego, para inclinar la frente ante el triunfo de tu Rey. El hombre valiente no abandona jamás el combate; el que huye no es un verdadero combatiente.
En el coto cerrado de nuestro cuerpo se libra una gran guerra contra las pasiones, la cólera, el orgullo y la envidia.
Donde más arrecia la batalla es en el Reino de la Verdad, del contentamiento y de la pureza, y la espada más activa es la tizona que lleva su nombre.
Kabir dice:
Cuando un valeroso caballero entra en liza, la multitud de los cobardes se pone en fuga. Denodado y áspero combate el que libra aquel que busca la Verdad.
Su voto es más difícil de cumplir que el del guerrero o el de la viuda que quiere reunirse con su esposo.
Pues el guerrero combate durante unas horas y la lucha de la vida con la muerte concluye muy pronto.
Pero la batalla de aquel que busca la Verdad prosigue día y noche, y sin que cese mientras dura su vida.
XLII
Me río cuando oigo decir que el pez tiene sed en el agua.
No alcanzas a ver que lo real está en tu hogar y andas errante de bosque en bosque. ¡En ti está la Verdad! Donde quiera que vayas, a Benarés o a Mathura, si no encuentras tu alma, el mundo no tendrá realidad para ti.
XLVIII
Lo que tú ves no existe, y para lo que existe no tienes palabras.
A menos de ver, no crees; lo que te dicen no puedes admitirlo.
Quien tiene discernimiento aprende por las palabras, y el ignorante se queda con la boca abierta.
Algunos contemplan lo Informe y otros meditan sobre la forma; pero el sabio sabe que
Brahma está por encima de ambos.
La hermosura de Brahma no puede verse con los ojos. La vibración de su palabra no puede llegar hasta el oído.
Kabir dice:
Aquel que ha encontrado a la vez el amor y el sacrificio, no se abisma jamás en la muerte.
«Si ello es así, el alma debe apartarse del mundo exterior y volverse enteramente hacia su interioridad. No se inclinará ya hacia las cosas de afuera, sino que se mostrará ignorante de todo y, antes de nada, se preparará para la contemplación, alejando de ella toda idea y desconociendo incluso ese trance de la contemplación. Luego de haber consumado la unión y de haber tenido con el Uno el trato suficiente, el alma deberá ir a anunciar a los demás seres, si realmente le es posible, ese estado de unión a que ha llegado (tal vez por haber resultado Minos de una unión semejante se le ha llamado “el confidente de Zeus”, pues llevado de este recuerdo instituyó leyes que son como su imagen, justificadas por él plenamente por ese contacto con la divinidad); o si es que no juzga ya dignas de sí las ocupaciones políticas, que permanezca, si lo prefiere, en la región celeste, como haría cualquiera que hubiese contemplado mucho.
Dios, dice (Platón), no se encuentra fuera de ningún ser; está en todos los seres, bien que ellos no lo sepan. Porque los seres huyen de El, o mejor se alejan de sí mismos. No pueden, por tanto, alcanzar aquello de que han huido, ni buscar siquiera otro ser luego de haberse perdido a sí mismos. Ocurre como con el hijo, enajenado de sí por la locura, que no acierta a reconocer a su padre; en tanto, el que se conoce a sí mismo, sabe perfectamente de dónde procede.”
Enéadas, VI, 9, 7
“He aquí que en esta danza se contempla la fuente de la vida, la fuente de la inteligencia, el principio del ser, la causa del bien, la raíz del alma. Todas estas cosas no se desbordan de El y empequeñecen su esencia, porque el Uno no es una masa. Si así fuese, también esas cosas serían perecederas, y nosotros sabemos que son eternas puesto que su principio permanece idéntico a sí mismo y no se reparte entre ellas, sino que continúa tal cual es. De ahí la permanencia de todo eso, como ocurre con la luz que subsiste en tanto subsiste la luz del sol. No hay como un corte entre el Uno y nosotros y tampoco estamos separados de El, a pesar de que la naturaleza del cuerpo procure atraernos hacia sí. Por El vivimos y nos conservamos, pues El no se retira luego de conceder sus dones sino que continúa dirigiéndonos en tanto sea lo que es. O mejor todavía, nos inclinamos hacia El y tendemos a nuestro bien, ya que nuestro alejamiento de El supondría el empequeñecernos.
Allí el alma descansa de los males y se retira a una región limpia de todo mal; conoce de manera inteligente, alcanza un estado impasible y llega a vivir la vida verdadera. Porque nuestra vida de ahora, sobre todo si no cuenta con lo divino, no es más que una huella que imita aquella vida. La vida verdadera es como un acto de la Inteligencia, acto por el cual engendra dioses en tranquilo contacto con el Uno; engendra, por ejemplo, la belleza, la justicia y la virtud. Porque el alma puede dar a luz todas estas cosas si está colmada de lo divino. Esto significa para ella el comienzo y el fin de su ser; el comienzo porque de allí proviene, el fin porque el Bien está allí, y una vez vuelta ella a esa región, torna a ser lo que realmente era. Este de ahora es el estado de “caída, exilio y pérdida de las alas, pero muestra que el Bien está allí y que el amor es algo circunstancial al alma, según la fábula de la unión de Eros y las almas, tal como se presenta en las pinturas y en los relatos místicos.
Puesto que el alma es diferente de Dios, pero proviene de El; necesariamente lo ama; cuando se encuentra en la región inteligible lo ama con un amor celeste, más cuando se encuentra aquí lo ama con un amor vulgar. Allá tenemos a la Afrodita de los cielos, en tanto aquí se halla la Afrodita vulgar que se presta al oficio de cortesana. Toda alma es una Afrodita y eso es lo que viene a decir “el nacimiento de Afrodita y el nacimiento inmediato de Eros”. Así pues, el alma ama naturalmente a Dios y a El quiere unirse, igual que haría una virgen que amase honestamente a un padre honesto; pero cuando llega a dar a luz seducida por una promesa de matrimonio, se entrega al amor de un ser mortal y queda arrancada violentamente del amor de su padre. De nuevo, si siente horror por esta violencia, se purifica de las cosas de este mundo para volver llena de alegría al regazo de su padre.
Los que desconocen este estado podrían imaginarse, por los amores de este mundo, qué es lo que significa para el alma el encontrarse con el objeto más amado. Porque los objetos que nosotros amamos aquí son realmente mortales y nocivos, algo así como fantasmas cambiantes, que no podemos amar verdaderamente porque no constituyen el bien que nosotros ansiamos. El verdadero objeto de nuestro amor se encuentra en el otro mundo; podremos unirnos a El, participar de El y poseerlo, si no salimos a condescender con los placeres de la carne. Para quien lo ha visto es claro lo que yo digo; sabe que el alma tiene otra vida cuando se acerca al Uno y participa de El, y que toma conciencia de que está junto a ella el dador de la verdadera vida, sin que necesite de ninguna otra cosa. Por el contrario, conviene que renuncie a todo lo demás y que se entregue solamente a El y se haga una sola cosa con El, rompiendo todos los lazos que la atan a éste mundo. Así es como procuramos salir de aquí y nos irritamos por los lazos que nos unen a los otros seres. Nos volvemos entonces por entero hacia nosotros mismos y no dejamos parte ninguna nuestra que no entre en contacto con Dios.
Ya, pues, es posible verlo y vernos también a nosotros mismos en tanto la visión esté permitida. Se ve uno resplandeciente de luz y lleno de la luz inteligible, y mejor aún, se convierte uno en una luz pura, ligera y sin peso, en un ser que es más bien un dios, inflamado de amor hasta el momento en que, vencido otra vez por su peso, se siente como marchito.”